Thursday, August 16, 2012
El Poder de la Naturopatía en Casos Desesperados, del Archivo de “Medicatura Rural” Lunes 5 de mayo de 1952 El Tiempo
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Carta
del señor don León Silva, padre del doctor Julio César Silva, ex
abogado de la policía y ex juez 41 de Instrucción Criminal.
“Florida,
agosto 20 de 1946 Señor Profesor Narváez Zuluaga. Cali.
Apreciado
Profesor Narváez, querido amigo: Por medio de la presente quiero
expresarle mi gratitud sincera, por el bien que de usted hemos
recibido todos los de mi familia, con la milagrosa curación obtenida
en la persona de mi esposa Chiquinquirá Delgado de Silva. Pero me
resulta imposible, querido profesor, expresarle en forma comprensible
todo mi sentir y la magnitud del bien que usted con sus maravillosos
conocimientos Naturopáticos, ha logrado para nosotros.
Bien
recordará usted la gravedad de la enferma y sus padecimientos.
Varios médicos de fama, habían venido tratándola con marcado
interés científico y altruista, pero sin llegar a resultados
favorables. Más de un año había permanecido en cama. En un
principio los galenos comprendieron que se trataba de un paludismo
antiguo de tardías manifestaciones y orientaron sus tratamientos en
tal sentido; luego descubrieron un proceso patológico del hígado y
después afecciones renales y cardiacas. Como consecuencia de todos
estos descubrimientos, acertados acaso, fueron modificados sus
sistemas curativos; pero era lo cierto que la enferma en vez de
sentir alivio, continuaba debilitándose día a día, agotándose,
consumiéndose, terminándose. Y llego el momento en que parientes y
amigos sólo esperábamos verla expirar. Era ya un esqueleto, del
cual no podía decirse que fuera viviente.
Pero
un día por cualquier circunstancia, llegó hasta nosotros el nombre
y el fulgor de la fama de usted y sin saberse por qué, revivió
nuestra muerta esperanza. Fui inmediatamente a Miranda (Cauca) en
donde usted estaba por entonces regando el bien entre las clases
pobres y desamparadas. Consulte su opinión y le pedí su auxilio.
Bien recuerdo la forma tan gentil como usted me recibió. El mismo
día llego Ud. a florida (Valle) a presenciar allí sobre una cama el
proceso pre agónico de mi esposa. Mis esperanzas y las de mis hijos
se iluminaron con su presencia. “AUN PUEDE CURARSE…” fueron las
palabras de usted. Las recordaré siempre. Desde ese día inicio
usted su tratamiento Naturopático y tres días después todo había
cambiado: la enferma ya era nuevamente persona; un mes después ya
podía decirse que era una convaleciente; y hoy está gozando de
completa salud, si es que de salud perfecta puede hablar algún
mortal.
Es
un milagro, señor Profesor Narváez, el realizado por usted en este
caso. Un milagro si, porque no se trataba de un organismo joven, sino
de uno ya agotado por sesenta y seis años de supervivencia en estos
nuestros climas del trópico. Reciba usted mi saludo cariñoso y de
toda mi familia y haga de esta carta el uso que a bien tenga.
Amigo
y servidor,
León
Silva M
C.C.
No. 728253 Florida, Valle.”
Inserto
el documento que antecede, tomado al azar del voluminoso archivo de
las historias clínicas que guardo con fervoroso aprecio, para
orientar el criterio de la Federación Medica Alópata Colombiana y
de su Junta Central de Títulos Médicos. Pues según una carta
aparecida en EL CORREO DE “EL TIEMPO” con fecha veintiocho de
abril, suscrita por el doctor Pedro C. Rojas Buitrago, Secretario de
aquella respetable institución y que se refiere a mis anotaciones
hechas en un apunte publicado en el mismo diario y del 13 del mismo
mes, se muestra resentido para si y para la institución que
representa por los motivos de mis divulgaciones.
En
mi anotación anterior me referí a la existencia de la Escuela
Medica Naturopática; y esperaba -- como es natural – que quien se
decidiera a comentar mis afirmaciones, nos dijera, por ejemplo, que
esa Escuela Médica no existe, o que su empeño de curar los
trastornos funcionales del organismo humano, sin drogas ni
operaciones es una utopía o una farsa.
Mas
no ha sido así. El doctor Rojas Buitrago nos habla en cambio de las
bondades del diploma, de sus excelencias y virtudes, por aquello de
ser legalmente autorizado, confundiendo lamentablemente autorización
legal con conciencia efectiva.
Según
la historia de la Medicina, los verdaderos sabios, los grandes
maestros, los que la ennoblecieron y dignificaron, los que por virtud
de su apostolado, trascendieron los umbrales de la inmortalidad con
el respeto y veneración de todas las generaciones, aquéllos, digo
no ostentaron título académico. Y hay que advertir que la Medicina
que inmortalizó a Hipócrates y a Galeno, a Domacius y Teófilo, a
Orabasio y tantos otros precursores de la misma Ciencia, no se
partica en la actualidad. Pues el proceso de trasformación que se ha
operado por virtud de la actual civilización, desplazó la Medicina
Natural hacia el proceso de Laboratorio, con funestos resultados que
nos están creciendo las endemias, el desmoronamiento de la
estructura física del hombre por el cáncer, el aumento de la
tuberculosis, el avance de la lepra, la diabetes, corroborando todo
esto con la alarmante mortalidad prematura que nos enseñan las
estadísticas.
Soy
el precursor de la Medicina Naturista en Colombia, y me he propuesto
demostrar a mis compatriotas la extraordinaria eficacia de sus
métodos sobre la Medicina Alópata a pesar de los modestísimos
elementos de que dispongo para practicarla. Precisamente, en la
historia clínica con que sostengo el presente argumento, está
plenamente comprobado que con anterioridad a mis intervenciones
actuaron varios colegas del doctor Pedro P. Rojas Buitrago,
“legalmente autorizados”, y con admirable voluntad de servicio,
pero sin lograr el determinante de su objetivo. Y era imposible al
Profesor Narváez, provisto de una cultura científica superior para
servir con eficiencia en este caso y ante el dolor intenso de su
esposo y de sus hijos, dejar extinguir la vida de una dignísima
matrona, por no contrariar el espíritu de una ley que no es divina y
que como tal, está plagada de múltiples lagunas que urge drenar en
un futuro próximo, por legisladores ecuánimes, para sustraerla de
falsas interpretaciones.
Si
la Medicina Alópata es una ciencia, que demuestre su exactitud en la
práctica; Pues no es “legal” ni es “Científico” gravar a
los enfermos con costosas formulas en múltiples tratamientos de
tanteo. Mas
no hay que perder de vista que las alteraciones patológicas privan
al organismo de su capacidad iluminativa y que al ingerir drogas que
son venenos en mayor o menor intensidad, se van propiciando serias
intoxicaciones, choques violentos que culminan con la muerte. Sobre
estos errores de ocurrencia diaria anota el doctor Kobert en la
página 18 de su obra “TOXICOLOGIA”, lo siguiente: “Más
frecuente son de lo que se cree generalmente las intoxicaciones
medicinales, esto es, envenenamientos por medicinas mal dosificadas o
empleadas inoportunamente, algunos de cuyos casos terminan
fatalmente. Entonces el medico forense se ve en la penosa obligación
de acusar de homicida a su colega; Pero no puede hacerlo, el acusado
aduciría como justificante que el tal medicamento se encuentra en
tal o cual libro, recomendado en semejantes casos, en semejante
dosis, etc. No conozco veneno que no haya sido ensayado y empleado
como medicamento, por ejemplo, el ácido fluorhídrico –con que se
grava el cristal, inatacable por los ácidos más enérgicos—la
dinamita bajo el pseudónimo de trinitrina, etc.”
Notifico
a la Federación Médica Alópata Colombiana y a la Junta Central de
Títulos Médicos, que la posición científico – jurídica que
ocupo, es para ellos fortaleza inexpugnables y desesperados esfuerzos
por privar a los enfermos del efectivo provecho de la Medicina
Naturópata, sigo practicando y defendiendo dicho sistema. De su
eficacia está suficientemente enterada la ciudadanía, que por otra
parte no ignora el aporte tan valioso que esta Ciencia está
prestando en la lucha contra las enfermedades, en las mismas
condiciones en que está coadyuvando en países adelantados como
Estados Unidos, Alemania, Suecia, Suiza, Argentina, Cuba, Inglaterra,
etc., etc.
PROFESOR
NARVAEZ
Bogotá
mayo de 1952.
Articulo
de prensa publicado en El Tiempo de Bogotá 1952
INFO: jairo.narvaez@yahoo.es
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